Tuviste en tus manos
el hacerme feliz con poca cosa:
bastaban unas palabras cariñosas,
no siempre, sólo de vez en cuando.
Pero preferiste hacerme sufrir.
Hoy recojo los restos sanguinolentos
de lo que fue mi corazón.
No como cosecha, no.
Tampoco como recuerdos.
Los recojo, porque al pisotearlos,
dejan una fea mancha en el suelo.
¡Qué antiestético es el estar muerto!
Y más si estás muerto de dolor.
Jose D.
1-VII-06
No hay comentarios:
Publicar un comentario