La diva divaga sobre monólogos, pero eso no viene a cuento.
Procuraré plasmar aquí alguna de las historias de alguna de mis histriónicas vidas finiquitadas.
Cuando de marinero turco el mar del sur surcaba, mi vida era un color; el azul me dominaba.
Azul el mar, azul el cielo, azul la mirada de sus ojos negros; azul las escamas de los peces que pescaba. Azul era el color. Pasé al morado añadiéndole mi sangre y morí y no quedó marinero.
Cuando de amado amante su hermoso cuerpo amaba, mi vida era la música, la melodía dominaba.
Melodía en su mirar, melodía en su cabello, melodía en su dulcísima sonrisa y en el resto de su cuerpo. La melodía de una flauta me transportaba de pezón a pezón, dando el do de pecho. El piano acariciaba su pelo dodecafónico; el violín hacía virguerías. Y era la melodía del resto de la orquesta la que sus íntimos deseos satisfacía. Hasta que la batuta cayó y morí y no quedó amante ni director.
Cuando de romántico escritor la blanca página manchaba, mi vida era un tintero.
Tinta para los amores, tinta para las desgracias, tinta para los poemas y la prosa, tinta para dibujar las manchas. Tinta que llenó la pluma y el alma. Se secó la tinta, rompí la pluma y morí y no quedó poeta ni escritor.
Cuando de perro viejo, después de tantas vueltas me fui a echar y morir, las pulgas me carcomieron y no me pude morir y no quedó ni perro ni muerto, me quedé siendo pulga.. Y en esas ahora estamos, de cabeza en cabeza saltando, robando ideas, desvalijando, chupando la sangre de los que antes que yo fueron.
Jose D.